miércoles, enero 30, 2008
Día 181, miércoles
Todavía me duele aquella marca que hiciste en mi cuello, casi a la altura de mi hombro. Durante el día he estado feliz, caminando por la casa con ganas de enseñarle a todo el mundo, orgulloso, el moretón que me hiciste anoche. Por ahora, construyo un enorme edificio con todo lo que he escrito, para luego tirarme desde ahí sin escatimar palabras. No me queda duda que Andy Chango tiene razón al respecto. Lo mejor que le puede pasar a un cruasan es lo mejor que me puede pasar a mí.
lunes, enero 28, 2008
.....
Acabo de caer en la cuenta de que mis anteojos desaparecieron anoche. Felizmente, sólo existen dos posibilidades al respecto: o aparecen o no vuelven a aparecer nunca más. Una tercera posibilidad no ronda por mi cabeza en este momento.
domingo, enero 27, 2008
sábado, enero 26, 2008
¡Dos patos!
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jueves, enero 24, 2008
lunes, enero 21, 2008
Séptimo hijo varón
de Andrés Calamaro
Soy el 7º hijo varón, nací con luna llena.
No sé si tirarme por el balcón con mi nena.
El martes me tomé un avión, rompí muchos espejos.
Podría volver a ser el que fui, pero queda lejos.
Varón varón, y una alpargata.
Varón, varón, dónde están mis balas de plata.
Esta noche ya cené pero no me acuerdo a quién me comí.
de Andrés Calamaro
Soy el 7º hijo varón, nací con luna llena.
No sé si tirarme por el balcón con mi nena.
El martes me tomé un avión, rompí muchos espejos.
Podría volver a ser el que fui, pero queda lejos.
Varón varón, y una alpargata.
Varón, varón, dónde están mis balas de plata.
Esta noche ya cené pero no me acuerdo a quién me comí.
Día 171, domingo
No, aguarda. Falta la mejor parte. Esta es la frase del año dicha en enero. Mi amor por ti es gris. Aplausos.
No, aguarda. Falta la mejor parte. Esta es la frase del año dicha en enero. Mi amor por ti es gris. Aplausos.
domingo, enero 13, 2008
Día 164, domingo
Ayer por la noche tuve una pesadilla en la que me encontraba huyendo por la ciudad de una chica que conducía un automóvil color rosa. A veces me escondía por pasajes y casas, me ocultaba entre los arbustos, y cuando pensaba que ya había perdido al automóvil color rosa ahí aparecía otra vez, en la esquina, siempre al asecho con aquel techo convertible. No recuerdo exactamente por qué huía del automóvil color rosa, tal vez porque sentía que adentro del carro estaba la protagonista de Legalmente Rubia. Luego me empezaron a llamar por teléfono. "¿Dónde estás?", me preguntaban. "Te estamos buscando por todas partes y no te encontramos". La frase que más uso por estos días es: "Me has ofendido en mi feminidad".
viernes, enero 11, 2008
jueves, enero 10, 2008
....
Ante nada soy un tipo al que le gustaría poder decir: "Yo a ti nunca te exigí nada", una frase muy amarga, como de utopía, que contiene una cosa y la otra. Yo a ti nunca te exigí nada implica tanto desinterés como entrega. Pero me gustaría poder decirlo porque pienso que le exijo demasiado a las personas. Hace poco una chica me dijo que el dolor está tanto en el que empuja como en el que cae. Lo cual debe ser cierto, ya que una cosa es tan pesada como la otra. Pero si de pronto alguien interrumpe con la loca idea de: "Mira, yo a ti nunca te exigí nada", pues hace una perfecta performance y sale del auditorio entre los aplausos del público: "Ése tipo nunca le exigio nada". Míralo tan fuerte y tan poderoso él, nunca le exigió nada a nadie. Sin duda, debe ser un tipo muy interesante, de ésos que van por la vida sin exigirle nada a los demás. Pero todo es un engaño. Esta noche, antes de azotar la puerta al irme, pensé en que no te estaba exigiendo nada, pero era una mentira, te lo estaba exigiendo todo. Lástima que todavía tenga este problema con el lenguaje. Supongo que yo a ti nunca te exigí nada significa en realidad esperaba mucho más de ti. Luego fui a los archivos de mi computadora y busqué algún tipo de música que no me trajera a la cabeza recuerdos tormentosos. Pero no encontré ninguno. Y me pregunté si acaso este espacio de tiempo que ocupo significa algo en realidad. Y de ser así, qué clase de música llevaría de soundtrack. Una pregunta muy estúpida, la verdad.
miércoles, enero 09, 2008
Día 150, miércoles
¡Mamá! ¡Mamá! ¡Se me cumplió mi sueño! ¡Sheila Alvarado me dibujó para la sección de sexo de Perú 21!
¡Mamá! ¡Mamá! ¡Se me cumplió mi sueño! ¡Sheila Alvarado me dibujó para la sección de sexo de Perú 21!
domingo, enero 06, 2008
jueves, enero 03, 2008
Día 144, jueves
Hoy día por fin pude ver la película "I´m not there" que trata sobre las diferentes vidas que vivió Bob Dylan. Debo admitir que no era lo que me esperaba, pero creo que igual me gustó. Anque debería verla una vez más para asegurarme de ello. Tengo la impresión de que es sólo una película para fanáticos, lo que no me llega a convencer del todo. Por otro lado, ahora llegué a mi casa y al prender la tele vi a una enorme señora hablando con acento tropical sobre sexo, sobre el himen de las mujeres y el peligro de que el tampón les quite la virginidad. Mientras yo miraba éso y me preparaba un pan con mantequilla, en lo único que pensaba era en que no quisiera ver a esa mujer desnuda.
miércoles, enero 02, 2008
El asesino de Virginia Tech
La masacre de Virginia Tech será recordada como una de las tragedias más grandes ocurridas el pasado año 2007, y su protagonista, Cho Seung-Hui, un estudiante surcoreano de 23 años que cursaba el último curso de literatura inglesa, como el aparente responsable de la muerte de la suma inédita de 32 personas, la cifra más alta en matanzas de este tipo. Antes de suicidarse, luego de haber iniciado el tiroteo -eso sucedió muy temprano, por la mañana, cuando Cho Seung-Hui disparó a una chica y a un chico en el edificio West Ambler Johnston Hall- el asesino envió a la sede central de la NBC, en Nueva York, un manifiesto en el que expresaba su odio hacia la sociedad en general.
“No tenía que hacer esto”, admitía en la carta. “Pude haberme ido. Pude haber desaparecido. Pero no, no escaparé más. No es propio de mí. Por mis niños, por mis hermanos y hermanas que ustedes jodieron, lo hice por ellos”. Además, la nota añade “¿Saben qué se siente al ser humillado y empalado en una cruz? ¿Y dejado desangrar hasta la muerte para su diversión? Nunca han sentido ni una simple onza de pánico en su vida”. La encomienda contenía también unas 43 fotografías en las que se ve al joven surcoreano apuntando con un arma a la cámara y a sí mismo, además de un DVD con 27 archivos de vídeo que suman alrededor de 10 minutos en donde aparece Cho Seung-Hui hablando ante la cámara y diciendo entre otras cosas: “Tuvieron 100 billones de oportunidades y formas para evitar lo de hoy. Pero decidieron derramar mi sangre”.
Entre las 8 y las 9.30am, el asesino de Virginia Tech disparó contra 25 estudiantes y 5 profesores que en ese momento se encontraban en el edificio de Ingeniería Norris Hall, armado con una pistola en cada mano, una de 9mm y otra de calibre 22. La forma con la que Seung-Hui consiguió estas armas sigue escandalizando al mundo entero, debido a que el estudiante surcoreano había sido diagnosticado autista a la edad de ocho años, y más tarde se le descubrió una serie de trastornos sicológicos.
Celos delirantes
Según el reconocido sicoanalista Miguel Gorfinkiel, el caso de Cho Seung-Hui sería uno de “celotipia”, una enfermedad patológica en la que se exageran los celos. “Freud clasifica tres tipos de celos”, afirma el doctor, “los celos concurrentes, los celos proyectivos y los celos delirantes”. Según Gorfinkiel, “los celos delirantes se confunden con la paranoia y tienen reacciones propias de la paranoia”, por lo que el joven estudiante surcoreano habría terminado convirtiéndose en “un completo paranoico”. Además, el doctor advierte que “el paranoico es el único de los enfermos mentales que mata o se mata”.
Preguntando sobre por qué casos como el de Virginia Tech se están empezando a repetir cada vez con mayor frecuencia, como un escalofriante fenómeno, el doctor Gorfinkiel estimó que los perpetradores de la masacre hacen esto porque “están en la edad en que toda conducta patológica sale muy afuera. En la adolescencia es cuando hierve toda la energía sexual sin control que lo absorbe todo y es ahí donde se une lo patológico y eso crea un exabrupto de violencia”.
Perfil paranoico
La tragedia, ocurrida el 16 de abril de 2007, marcó para siempre la sociedad norteamericana, abriendo una llaga sólo comparable a otras tragedias parecidas, como la ocurrida en Columbine, Colorado, cuando dos chicos, Eric Harris (18) y Dylan Klebold (17), ingresaron en 1999 al Instituto de Columbine, donde estudiaban, con nada más y nada menos que dos escopetas, una carabina y una pistola semiautomática, varios explosivos caseros y una bomba compuesta por un tanque de propano de 9 kilogramos. Lograron matar a 13 personas, incluyendo a un profesor.
Según se sabe, Seung-Hui emigró a los EE UU a los ocho años con sus padres y su hermana para vivir en el condado de Fairfax, al norte de Virginia, una zona opulenta cerca de Washington. Se cree que pudo haber sido objeto de maltrato o de abuso sexual, sufrido de esquizofrenia paranoide, trastorno bipolar y otros desordenes, aunque se cree que fue la depresión lo que desencadenó el asesinato múltiple. Se le ha descrito muchas veces como una persona solitaria que apenas hablaba. Demostraba muchos signos de violencia y comportamientos extraños, como prender fuego en su habitación por quemar objetos en la papelera.
Sus profesores de escritura y otros compañeros de clase han manifestado que sus escritos llevaban mucha carga violenta. Otros compañeros de habitación también expresaron que una noche, tras tomar unas cuantas cervezas, confesó tener “una novia inventada que vivía en el espacio”. Una vez, tras haber sido rechazado por una mujer que le gustaba, pensó en suicidarse. Otro ex compañero asegura que el estudiante surcoreano era “solitario, obsesivo con la violencia y tenía serios problemas personales” y que, aunque algunos intentaron socializar con él, no lo lograron ya que parecía que “no quería ser amigo de nadie”.
En un principio se creía que la primera chica a la que asesinó, Emily Hilscher, era su enamorada, y que tras varios problemas en su relación él comenzó la matanza. Hasta ahora se especula que el estudiante surcoreano estaba obsesionado con ella y que había empezado a acosarla. Ian MacFarlane, ex compañero de dramaturgia de Seung-Hui, por su parte, señaló que cuando escuchó sobre el tiroteo, su primer pensamiento fue sobre el bienestar de sus amigos y que el segundo fue “apuesto que fue Seung-Hui”.
Según Michael E. Jarolla, ex agente del FBI y asesor en casos de violencia sicopática, “una de las principales causas por las que estos crímenes en colegios y universidades -sea cual sea su escenario- se repiten a lo largo y ancho de EE UU y del resto del mundo, es que los investigadores especializados dan enseguida el caso por cerrado, al haber muerto su perpetrador. Se dice simplemente que estalló y mató gente. Eso no sirve. Hoy más que nunca es necesario preguntarnos: ¿Por qué?”.
Fondo homosexual
“El paranoico es un individuo que es violento porque tiene un fondo homosexual”, explica el sicoanalista Miguel Gorfinkiel. “Todo paranoico en el fondo es un homosexual que ve el mal en el otro”, añade. Es por esto que Cho Seung-Hui habría matado a mansalva a todo el que se interpusiera en su camino, porque “al matar al otro quiere matar al objeto malo, que en verdad tiene dentro”. La pregunta que aún queda por responder, sin embargo, corresponde a si se pudo haber hecho algo para evitar la masacre, y por qué esperaron tanto los servicios de seguridad de la universidad en detener un inminente tiroteo. Y finalmente, ¿se podría haber hecho algo para que evitar que Cho Seung-Hui llegara al nivel de locura que alcanzó?
“Hay que recordar, y ese es un problema de EE UU, que por culpa del ahorro que hicieron con la política de Bush, de gastar todo el dinero en armamentos, disminuyeron muchos servicios sociales que antes eran muy buenos”, precisa el doctor Gorfinkiel. “Entonces un chico como él que estaba medicado permanentemente, tenía que haber hecho simultáneamente terapia, y la terapia no la pagan bien”. Con respecto a los remedios, el doctor señala que “los remedios sólo sirven como chaleco de fuerza”. Si alguien medicado deja de tomar el remedio por dos o tres días, puede resurgir toda la violencia sin control, como los celos delirantes de Cho Seung-Hui. Para el doctor Miguel Gorfinkiel, gran parte de la responsabilidad de los asesinatos ocurridos en Virginia Tech la tiene la política norteamericana por “gastar menos en psicoanálisis para gastarlo en la guerra”. Una conclusión muy lúcida.
“No tenía que hacer esto”, admitía en la carta. “Pude haberme ido. Pude haber desaparecido. Pero no, no escaparé más. No es propio de mí. Por mis niños, por mis hermanos y hermanas que ustedes jodieron, lo hice por ellos”. Además, la nota añade “¿Saben qué se siente al ser humillado y empalado en una cruz? ¿Y dejado desangrar hasta la muerte para su diversión? Nunca han sentido ni una simple onza de pánico en su vida”. La encomienda contenía también unas 43 fotografías en las que se ve al joven surcoreano apuntando con un arma a la cámara y a sí mismo, además de un DVD con 27 archivos de vídeo que suman alrededor de 10 minutos en donde aparece Cho Seung-Hui hablando ante la cámara y diciendo entre otras cosas: “Tuvieron 100 billones de oportunidades y formas para evitar lo de hoy. Pero decidieron derramar mi sangre”.
Entre las 8 y las 9.30am, el asesino de Virginia Tech disparó contra 25 estudiantes y 5 profesores que en ese momento se encontraban en el edificio de Ingeniería Norris Hall, armado con una pistola en cada mano, una de 9mm y otra de calibre 22. La forma con la que Seung-Hui consiguió estas armas sigue escandalizando al mundo entero, debido a que el estudiante surcoreano había sido diagnosticado autista a la edad de ocho años, y más tarde se le descubrió una serie de trastornos sicológicos.
Celos delirantes
Según el reconocido sicoanalista Miguel Gorfinkiel, el caso de Cho Seung-Hui sería uno de “celotipia”, una enfermedad patológica en la que se exageran los celos. “Freud clasifica tres tipos de celos”, afirma el doctor, “los celos concurrentes, los celos proyectivos y los celos delirantes”. Según Gorfinkiel, “los celos delirantes se confunden con la paranoia y tienen reacciones propias de la paranoia”, por lo que el joven estudiante surcoreano habría terminado convirtiéndose en “un completo paranoico”. Además, el doctor advierte que “el paranoico es el único de los enfermos mentales que mata o se mata”.
Preguntando sobre por qué casos como el de Virginia Tech se están empezando a repetir cada vez con mayor frecuencia, como un escalofriante fenómeno, el doctor Gorfinkiel estimó que los perpetradores de la masacre hacen esto porque “están en la edad en que toda conducta patológica sale muy afuera. En la adolescencia es cuando hierve toda la energía sexual sin control que lo absorbe todo y es ahí donde se une lo patológico y eso crea un exabrupto de violencia”.
Perfil paranoico
La tragedia, ocurrida el 16 de abril de 2007, marcó para siempre la sociedad norteamericana, abriendo una llaga sólo comparable a otras tragedias parecidas, como la ocurrida en Columbine, Colorado, cuando dos chicos, Eric Harris (18) y Dylan Klebold (17), ingresaron en 1999 al Instituto de Columbine, donde estudiaban, con nada más y nada menos que dos escopetas, una carabina y una pistola semiautomática, varios explosivos caseros y una bomba compuesta por un tanque de propano de 9 kilogramos. Lograron matar a 13 personas, incluyendo a un profesor.
Según se sabe, Seung-Hui emigró a los EE UU a los ocho años con sus padres y su hermana para vivir en el condado de Fairfax, al norte de Virginia, una zona opulenta cerca de Washington. Se cree que pudo haber sido objeto de maltrato o de abuso sexual, sufrido de esquizofrenia paranoide, trastorno bipolar y otros desordenes, aunque se cree que fue la depresión lo que desencadenó el asesinato múltiple. Se le ha descrito muchas veces como una persona solitaria que apenas hablaba. Demostraba muchos signos de violencia y comportamientos extraños, como prender fuego en su habitación por quemar objetos en la papelera.
Sus profesores de escritura y otros compañeros de clase han manifestado que sus escritos llevaban mucha carga violenta. Otros compañeros de habitación también expresaron que una noche, tras tomar unas cuantas cervezas, confesó tener “una novia inventada que vivía en el espacio”. Una vez, tras haber sido rechazado por una mujer que le gustaba, pensó en suicidarse. Otro ex compañero asegura que el estudiante surcoreano era “solitario, obsesivo con la violencia y tenía serios problemas personales” y que, aunque algunos intentaron socializar con él, no lo lograron ya que parecía que “no quería ser amigo de nadie”.
En un principio se creía que la primera chica a la que asesinó, Emily Hilscher, era su enamorada, y que tras varios problemas en su relación él comenzó la matanza. Hasta ahora se especula que el estudiante surcoreano estaba obsesionado con ella y que había empezado a acosarla. Ian MacFarlane, ex compañero de dramaturgia de Seung-Hui, por su parte, señaló que cuando escuchó sobre el tiroteo, su primer pensamiento fue sobre el bienestar de sus amigos y que el segundo fue “apuesto que fue Seung-Hui”.
Según Michael E. Jarolla, ex agente del FBI y asesor en casos de violencia sicopática, “una de las principales causas por las que estos crímenes en colegios y universidades -sea cual sea su escenario- se repiten a lo largo y ancho de EE UU y del resto del mundo, es que los investigadores especializados dan enseguida el caso por cerrado, al haber muerto su perpetrador. Se dice simplemente que estalló y mató gente. Eso no sirve. Hoy más que nunca es necesario preguntarnos: ¿Por qué?”.
Fondo homosexual
“El paranoico es un individuo que es violento porque tiene un fondo homosexual”, explica el sicoanalista Miguel Gorfinkiel. “Todo paranoico en el fondo es un homosexual que ve el mal en el otro”, añade. Es por esto que Cho Seung-Hui habría matado a mansalva a todo el que se interpusiera en su camino, porque “al matar al otro quiere matar al objeto malo, que en verdad tiene dentro”. La pregunta que aún queda por responder, sin embargo, corresponde a si se pudo haber hecho algo para evitar la masacre, y por qué esperaron tanto los servicios de seguridad de la universidad en detener un inminente tiroteo. Y finalmente, ¿se podría haber hecho algo para que evitar que Cho Seung-Hui llegara al nivel de locura que alcanzó?
“Hay que recordar, y ese es un problema de EE UU, que por culpa del ahorro que hicieron con la política de Bush, de gastar todo el dinero en armamentos, disminuyeron muchos servicios sociales que antes eran muy buenos”, precisa el doctor Gorfinkiel. “Entonces un chico como él que estaba medicado permanentemente, tenía que haber hecho simultáneamente terapia, y la terapia no la pagan bien”. Con respecto a los remedios, el doctor señala que “los remedios sólo sirven como chaleco de fuerza”. Si alguien medicado deja de tomar el remedio por dos o tres días, puede resurgir toda la violencia sin control, como los celos delirantes de Cho Seung-Hui. Para el doctor Miguel Gorfinkiel, gran parte de la responsabilidad de los asesinatos ocurridos en Virginia Tech la tiene la política norteamericana por “gastar menos en psicoanálisis para gastarlo en la guerra”. Una conclusión muy lúcida.
Pedro Casusol Tapia
martes, enero 01, 2008
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Hacía tiempo que no contemplaba un amanecer tan apocalíptico como el de esta mañana que, para sorpresa mía, ha venido sin resaca y sin los labios resecos, ni siquiera con aquella acidez en el estómago tan característica de los años nuevos. Nada más me despierto en silencio, me ducho un par de veces dejandome el pelo mojado, y bajo por las escaleras sin zapatos. Contemplo el sillón donde hace unas noches durmió una chica con la que regresé a mi casa de una discoteca. Inmediatamente sufro una especie de falshback y tengo la impresión de estar otra vez ahí, sentado junto a ella, despertándola mientras le doy pequeños golpecitos en su brazo desnudo. Ella tenía los ojos cerrados, una minifalda, y todo era un espectáculo de lo más extraño. Ahora en cambio avanzo de puntillas por un pasillo lleno de puntitos, que no son otra cosa que pedacitos de confeti de colores, respirando un humor amargo que identifico como mierda y contemplo mis zapatos marrones manchados con caca de perro. A un costado miro una botella rota de cerveza que ha dejado el piso pegajoso y con pedazos de vidrio, montañas de salsa de parrilla en estado de putrefacción. Alrededor de la mesa revolotean unas moscas que se han adueñado del espacio, haciendo piruetas en el aire cuando me ven aparecer. Hay todavía carne que no se ha terminado de cocinar en platos con cubiertos que por alguna extraña razón se han apilado de manera desordenada, inclinada como una torre de pisa, y discos junto al equipo de música que alguien ha manchado con grasa. Los vasos y las copas están diseminados por ahí, con licor en algunos casos y con puchos en otros. Alguien usó de cenicero un vaso con lo que parece ser una mezcla de cerveza y champagne. Todo huele a mierda. Y mientras avanzo no dejo de repetirme "¡Qué quemado! ¡Qué quemado estoy!" al darme cuenta de que, otra vez, no tengo una noción muy clara de cómo acabó todo anoche. Por alguna razón no hay nadie en casa y siento que todo está en silencio a kilómetros de distancia. (Aunque soy consciente de que en esta ciudad siempre hay alguien aguardando algo). Luego me pregunto qué será de aquella chica que pasó la noche en mi casa y me siento tentado de llamarla.